miércoles, 21 de noviembre de 2018

ACTIVIDAD BLOQUE II -Textos Folclóricos-


“Has de saber para contar y entender para saber que esto era…”

En el instante en que escuchaba a mi madre comenzar a relatar esas palabras, sabía que había llegado el momento más esperado por mí a lo largo de todo el día, El momento de que ella se sentara a los pies de la cama e hiciera volar mi imaginación a través de diferentes mundos que variaban en función del día, un día soñaba con ser un pirata que surcaba los mares y otro con ser un caballero que luchaba contra monstruos y dragones para poder liberar a mi amada princesa, y es que mi madre de imaginación no anda escasa e hizo que desde muy pequeño ansiara el momento de irme a la cama.
Los textos folclóricos cobran un importante papel en cuanto al correcto desarrollo de los más pequeños. Estos juegan con ventaja en comparación a los textos literarios complejos que se rigen por reglas literarias, una de estas es que difícilmente escucharemos dos veces como nos narran un cuento de la misma manera, aunque este sea narrado por el mismo sujeto.
Otra ventaja con la que cuentan es que gozan de una simplicidad cuyo objetivo es muy claro, buscan el entretenimiento y la diversión de los más pequeños. No contienen ni una moraleja ni significado secundario, son textos simples y solo buscan como he escrito anteriormente, entretener y divertir.
Para mí la ventaja más importante es la capacidad positiva que estos tienen sobre el correcto desarrollo de la imaginación individual de cada niño, con esto me quiero referir a la interpretación que hace cada niño en función de las ideas que este posee a lo largo de todo el desarrollo de la historia y elige aquella parte que más le ha atraído o gustado.
En el momento de sentarme delante del ordenador y empezar a redactar esta actividad me sentía bastante perdido y confuso y no he sabido muy bien como comenzarla. He tenido que pararme a recordar todas aquellas vivencias que he tenido a lo largo de toda mi infancia , todos esos momentos en los que nervioso, acudía al cumpleaños de algún  amigo y nos sentábamos frente a aquel payaso que nos contaba un cuento y nos dejaba a todos con la boca abierta y la mente cargada de ideas, con las cuales nuestra imaginación jugaba a su antojo, construyendo momentos como si de filmogramas  se trataran, en los cuales caballeros, gigantes, castillos y princesas deambulaban por nuestra cabeza de un sitio para otro. Pero por encima de esos maravillosos momentos existían otros aún más maravillosos y eran aquellos en los que mi madre o mi padre me acompañaban a la cama y como si de niños si ellos también fueran niños, soltaban su imaginación a volar y me narraban ese maravilloso cuento que tanto llevaba esperando a lo largo de todo el día. La verdad es que ya solo por haber despertado recuerdos que estaban dormidos en mi mente, la realización de este trabajo ya habrá merecido la pena.
El primer cuento que he escogido ha sido un gran clásico el cual todos conocemos, este es Hansel y Gretel, esto se debe a que ha sido de los primeros cuentos que recuerdo que mi madre me contó, esto hace que hasta la actualidad sea mi favorito, dice así:


Resultado de imagen de hansel y gretel


“Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hänsel, y la niña, Gretel. Apenas tenían qué comer, y en una época de carestía que sufrió el país, llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día. Estaba el leñador una noche en la cama, cavilando y revolviéndose, sin que las preocupaciones le dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer: - ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada nos queda? - Se me ocurre una cosa -respondió ella-. Mañana, de madrugada, nos llevaremos a los niños a lo más espeso del bosque. Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos. - ¡Por Dios, mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el abandonar a mis hijos en el bosque! No tardarían en ser destrozados por las fieras. - ¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos de hambre los cuatro? ¡Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de los ataúdes! -. Y no cesó de importunarle hasta que el hombre accedió-. Pero me dan mucha lástima -decía.


Los dos hermanitos, a quienes el hambre mantenía siempre desvelados, oyeron lo que su madrastra aconsejaba a su padre. Gretel, entre amargas lágrimas, dijo a Hänsel: - ¡Ahora sí que estamos perdidos! - No llores, Gretel -la consoló el niño-, y no te aflijas, que yo me las arreglaré para salir del paso. Y cuando los viejos estuvieron dormidos, levantóse, púsose la chaquetita y salió a la calle por la puerta trasera. Brillaba una luna esplendoroso y los blancos guijarros que estaban en el suelo delante de la casa, relucían como plata pura. Hänsel los fue recogiendo hasta que no le cupieron más en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel: - Nada temas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonará -y se acostó de nuevo.
A las primeras luces del día, antes aún de que saliera el sol, la mujer fue a llamar a los niños: - ¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos de ir al bosque por leña-. Y dando a cada uno un pedacito de pan, les advirtió-: Ahí tenéis esto para mediodía, pero no os lo comáis antes, pues no os daré más. Gretel se puso el pan debajo del delantal, porque Hänsel llevaba los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron los cuatro el camino del bosque. Al cabo de un ratito de andar, Hänsel se detenía de cuando en cuando, para volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre: - Hänsel, no te quedes rezagado mirando atrás, ¡atención y piernas vivas! - Es que miro el gatito blanco, que desde el tejado me está diciendo adiós -respondió el niño. Y replicó la mujer: - Tonto, no es el gato, sino el sol de la mañana, que se refleja en la chimenea. Pero lo que estaba haciendo Hänsel no era mirar el gato, sino ir echando blancas piedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo largo del camino.
Cuando estuvieron en medio del bosque, dijo el padre: - Recoged ahora leña, pequeños, os encenderé un fuego para que no tengáis frío. Hänsel y Gretel reunieron un buen montón de leña menuda. Prepararon una hoguera, y cuando ya ardió con viva llama, dijo la mujer: - Poneos ahora al lado del fuego, chiquillos, y descansad, mientras nosotros nos vamos por el bosque a cortar leña. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros.


Los dos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al mediodía, cada uno se comió su pedacito de pan. Y como oían el ruido de los hachazos, creían que su padre estaba cerca. Pero, en realidad, no era el hacha, sino una rama que él había atado a un árbol seco, y que el viento hacía chocar contra el tronco. Al cabo de mucho rato de estar allí sentados, el cansancio les cerró los ojos, y se quedaron profundamente dormidos. Despertaron, cuando ya era noche cerrada. Gretel se echó a llorar, diciendo: - ¿Cómo saldremos del bosque? Pero Hänsel la consoló: - Espera un poquitín a que brille la luna, que ya encontraremos el camino. Y cuando la luna estuvo alta en el cielo, el niño, cogiendo de la mano a su hermanita, guiose por las guijas, que, brillando como plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron toda la noche, y llegaron a la casa al despuntar el alba. Llamaron a la puerta y les abrió la madrastra, que, al verlos, exclamó: - ¡Diablo de niños! ¿Qué es eso de quedarse tantas horas en el bosque? ¡Creíamos que no queríais volver! El padre, en cambio, se alegró de que hubieran vuelto, pues le remordía la conciencia por haberlos abandonado.

Algún tiempo después hubo otra época de miseria en el país, y los niños oyeron una noche cómo la madrastra, estando en la cama, decía a su marido: - Otra vez se ha terminado todo; sólo nos queda media hogaza de pan, y sanseacabó. Tenemos que deshacernos de los niños. Los llevaremos más adentro del bosque para que no puedan encontrar el camino; de otro modo, no hay salvación para nosotros. Al padre le dolía mucho abandonar a los niños, y pensaba: "Mejor harías partiendo con tus hijos el último bocado." Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llenó de reproches e improperios. Quien cede la primera vez, también ha de ceder la segunda; y, así, el hombre no tuvo valor para negarse.


Pero los niños estaban aún despiertos y oyeron la conversación. Cuando los viejos se hubieron dormido, levantóse Hänsel con intención de salir a proveerse de guijarros, como la vez anterior; pero no pudo hacerlo, pues la mujer había cerrado la puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita, para consolarla: - No llores, Gretel, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Señor nos ayudará.

A la madrugada siguiente se presentó la mujer a sacarlos de la cama y les dio su pedacito de pan, más pequeño aún que la vez anterior. Camino del bosque, Hänsel iba desmigajando el pan en el bolsillo y, deteniéndose de trecho en trecho, dejaba caer miguitas en el suelo. - Hänsel, ¿por qué te paras a mirar atrás? -preguntóle el padre-. ¡Vamos, no te entretengas! - Estoy mirando mi palomita, que desde el tejado me dice adiós. - ¡Bobo! -intervino la mujer-, no es tu palomita, sino el sol de la mañana, que brilla en la chimenea. Pero Hänsel fue sembrando de migas todo el camino.

La madrastra condujo a los niños aún más adentro del bosque, a un lugar en el que nunca había estado. Encendieron una gran hoguera, y la mujer les dijo: - Quedaos aquí, pequeños, y si os cansáis, echad una siestecita. Nosotros vamos por leña; al atardecer, cuando hayamos terminado, volveremos a recogemos. A mediodía, Gretel partió su pan con Hänsel, ya que él había esparcido el suyo por el camino. Luego se quedaron dormidos, sin que nadie se presentara a buscar a los pobrecillos; se despertaron cuando era ya de noche oscura. Hänsel consoló a Gretel diciéndole: - Espera un poco, hermanita, a que salga la luna; entonces veremos las migas de pan que yo he esparcido, y que nos mostrarán el camino de vuelta. Cuando salió la luna, se dispusieron a regresar; pero no encontraron ni una sola miga; se las habían comido los mil pajarillos que volaban por el bosque. Dijo Hänsel a Gretel: - Ya daremos con el camino -pero no lo encontraron. Anduvieron toda la noche y todo el día siguiente, desde la madrugada hasta el atardecer, sin lograr salir del bosque; sufrían además de hambre, pues no habían comido más que unos pocos frutos silvestres, recogidos del suelo. Y como se sentían tan cansados que las piernas se negaban ya a sostenerlos, echáronse al pie de un árbol y se quedaron dormidos.

Y amaneció el día tercero desde que salieron de casa. Reanudaron la marcha, pero cada vez se extraviaban más en el bosque. Si alguien no acudía pronto en su ayuda, estaban condenados a morir de hambre. Pero he aquí que hacia mediodía vieron un hermoso pajarillo, blanco como la nieve, posado en la rama de un árbol; y cantaba tan dulcemente, que se detuvieron a escucharlo. Cuando hubo terminado, abrió sus alas y emprendió el vuelo, y ellos lo siguieron, hasta llegar a una casita, en cuyo tejado se posó; y al acercarse vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de bizcocho, y las ventanas eran de puro azúcar. - ¡Mira qué bien! -exclamó Hänsel-, aquí podremos sacar el vientre de mal año. Yo comeré un pedacito del tejado; tú, Gretel, puedes probar la ventana, verás cuán dulce es. Se encaramó el niño al tejado y rompió un trocito para probar a qué sabía, mientras su hermanita mordisqueaba en los cristales. Entonces oyeron una voz suave que procedía del interior:


"¿Será acaso la ratita
la que roe mi casita?"

Pero los niños respondieron:
"Es el viento, es el viento
que sopla violento."

Y siguieron comiendo sin desconcertarse. Hänsel, que encontraba el tejado sabrosísimo, desgajó un buen pedazo, y Gretel sacó todo un cristal redondo y se sentó en el suelo, comiendo a dos carrillos. Abrióse entonces la puerta bruscamente, y salió una mujer viejísima, que se apoyaba en una muleta. Los niños se asustaron de tal modo, que soltaron lo que tenían en las manos; pero la vieja, meneando la cabeza, les dijo: - Hola, pequeñines, ¿quién os ha traído? Entrad y quedaos conmigo, no os haré ningún daño. Y, cogiéndolos de la mano, los introdujo en la casita, donde había servida una apetitosa comida: leche con bollos azucarados, manzanas y nueces. Después los llevó a dos camitas con ropas blancas, y Hänsel y Gretel se acostaron en ellas, creyéndose en el cielo.


La vieja aparentaba ser muy buena y amable, pero, en realidad, era una bruja malvada que acechaba a los niños para cazarlos, y había construido la casita de pan con el único objeto de atraerlos. Cuando uno caía en su poder, lo mataba, lo guisaba y se lo comía; esto era para ella un gran banquete. Las brujas tienen los ojos rojizos y son muy cortas de vista; pero, en cambio, su olfato es muy fino, como el de los animales, por lo que desde muy lejos ventean la presencia de las personas. Cuando sintió que se acercaban Hänsel y Gretel, dijo para sus adentros, con una risotada maligna: "¡Míos son; éstos no se me escapan!." Levantóse muy de mañana, antes de que los niños se despertasen, y, al verlos descansar tan plácidamente, con aquellas mejillitas tan sonrosadas y coloreadas, murmuró entre dientes: "¡Serán un buen bocado!." Y, agarrando a Hänsel con su mano seca, llevólo a un pequeño establo y lo encerró detrás de una reja. Gritó y protestó el niño con todas sus fuerzas, pero todo fue inútil. Dirigióse entonces a la cama de Gretel y despertó a la pequeña, sacudiéndola rudamente y gritándole: - Levántate, holgazana, ve a buscar agua y guisa algo bueno para tu hermano; lo tengo en el establo y quiero que engorde. Cuando esté bien cebado, me lo comeré. Gretel se echó a llorar amargamente, pero en vano; hubo de cumplir los mandatos de la bruja.

Desde entonces a Hänsel le sirvieron comidas exquisitas, mientras Gretel no recibía sino cáscaras de cangrejo. Todas las mañanas bajaba la vieja al establo y decía: - Hänsel, saca el dedo, que quiero saber si estás gordo. Pero Hänsel, en vez del dedo, sacaba un huesecito, y la vieja, que tenía la vista muy mala, pensaba que era realmente el dedo del niño, y todo era extrañarse de que no engordara. Cuando, al cabo de cuatro semanas, vio que Hänsel continuaba tan flaco, perdió la paciencia y no quiso aguardar más tiempo: - Anda, Gretel -dijo a la niña-, a buscar agua, ¡ligera! Esté gordo o flaco tu hermano, mañana me lo comeré. ¡Qué desconsuelo el de la hermanita, cuando venía con el agua, y cómo le corrían las lágrimas por las mejillas! "¡Dios mío, ayúdanos! -rogaba-. ¡Ojalá nos hubiesen devorado las fieras del bosque; por lo menos habríamos muerto juntos!." - ¡Basta de lloriqueos! -gritó la vieja-; de nada han de servirte.

Por la madrugada, Gretel hubo de salir a llenar de agua el caldero y encender fuego. - Primero coceremos pan -dijo la bruja-. Ya he calentado el horno y preparado la masa -. Y de un empujón llevó a la pobre niña hasta el horno, de cuya boca salían grandes llamas. Entra a ver si está bastante caliente para meter el pan -mandó la vieja. Su intención era cerrar la puerta del horno cuando la niña estuviese en su interior, asarla y comérsela también. Pero Gretel le adivinó el pensamiento y dijo: - No sé cómo hay que hacerlo; ¿cómo lo haré para entrar? - ¡Habráse visto criatura más tonta! -replicó la bruja-. Bastante grande es la abertura; yo misma podría pasar por ella -y, para demostrárselo, se adelantó y metió la cabeza en la boca del horno. Entonces Gretel, de un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta de hierro, corrió el cerrojo. ¡Allí era de oír la de chillidos que daba la bruja! ¡Qué gritos más pavorosos! Pero la niña echó a correr, y la malvada hechicera hubo de morir quemada miserablemente.

Corrió Gretel al establo donde estaba encerrado Hänsel y le abrió la puerta, exclamando: ¡Hänsel, estamos salvados; ya está muerta la bruja! Saltó el niño afuera, como un pájaro al que se le abre la jaula. ¡Qué alegría sintieron los dos, y cómo se arrojaron al cuello uno del otro, y qué de abrazos y besos! Y como ya nada tenían que temer, recorrieron la casa de la bruja, y en todos los rincones encontraron cajas llenas de perlas y piedras preciosas. - ¡Más valen éstas que los guijarros! -exclamó Hänsel, llenándose de ellas los bolsillos. Y dijo Gretel: - También yo quiero llevar algo a casa -y, a su vez, se llenó el delantal de pedrería. - Vámonos ahora -dijo el niño-; debemos salir de este bosque embrujado -. A unas dos horas de andar llegaron a un gran río. - No podremos pasarlo -observó Hänsel-, no veo ni puente ni pasarela. - Ni tampoco hay barquita alguna -añadió Gretel-; pero allí nada un pato blanco, y si se lo pido nos ayudará a pasar el río -.


Y gritó:
"Patito, buen patito
mío Hänsel y Gretel han llegado al río.
No hay ningún puente por donde pasar;
¿sobre tu blanca espalda nos quieres llevar?."

Acercóse el patito, y el niño se subió en él, invitando a su hermana a hacer lo mismo. - No -replicó Gretel-, sería muy pesado para el patito; vale más que nos lleve uno tras otro. Así lo hizo el buen pato, y cuando ya estuvieron en la orilla opuesta y hubieron caminado otro trecho, el bosque les fue siendo cada vez más familiar, hasta que, al fin, descubrieron a lo lejos la casa de su padre. Echaron entonces a correr, entraron como una tromba y se colgaron del cuello de su padre. El pobre hombre no había tenido una sola hora de reposo desde el día en que abandonara a sus hijos en el bosque; y en cuanto a la madrastra, había muerto. Volcó Gretel su delantal, y todas las perlas y piedras preciosas saltaron por el suelo, mientras Hänsel vaciaba también a puñados sus bolsillos. Se acabaron las penas, y en adelante vivieron los tres felices”.

A la hora de trabajar este cuento, lo situaría en el curso de 5º de Educación Primaria, el motivo por el cual me decido por este curso se debe a que es un cuento el cual posee una extensión considerable que obliga a los alumnos a mantener la atención durante un amplio periodo de tiempo y a estas edades ya son capaces de centrarse en torno a los problemas, soluciones y elementos mediadores que aparecen en este.
Los niños a estas edades pueden presentar dificultades a la hora de enfrentarse a los problemas que les pueden ir surgiendo a lo largo de la vida y la búsqueda de posibles soluciones a estos. Les propondría que me contaran que problemas han tenido ellos recientemente y cuáles han sido las soluciones que han empleado para resolverlos.
Por otro lado, también les propondría que al llegar a sus casas después de la jornada escolar, contaran este cuento a alguno de sus familiares con el fin de que vivenciaran en primera persona cual es la experiencia de contar un cuento e intentaran recordar los detalles más relevantes de la historia incorporando a esta detalles de su propia cosecha.
Después de leerles el cuento a los alumnos, les haría una serie de preguntas como pueden ser:

-¿Cómo creéis que se sintió el padre de Hansel y Gretel en el momento de abandonarlos? 
-¿Pensáis que hizo bien su padre o debió plantarle cara a la madrastra?
-¿Cómo os habríais sentido si hubierais estado en el papel de Hansel y Gretel en el momento de enterarse del plan de la madrastra?
-¿Vosotros también habríais pensado un plan para saber volver a casa?
-¿Cómo creéis que habría terminado la historia si los dos hermanos no hubieran encontrado su casa?
En este cuento podemos encontrar la enseñanza de que cuando uno aúna sus esfuerzos a los esfuerzos de otras personas pueden conseguir aquel objetivo que se propongan. Esto nos puede ayudar mucho a que el alumnado de manera autónoma llegue a la conclusión de que si trabajan de manera cooperativa en el aula y se ayudan entre sí en lugar de pelearse les será más sencillo obtener un objetivo común. No debemos contarles el cuento a los alumnos con este objetivo, deben ser ellos mismos los cuales a través de sus propias reflexiones obtengan dicha conclusión u otras que nosotros no hayamos sido capaces de observar las cuales pueden ser perfectamente válidas si estos nos la saben argumentar.

En el momento de seleccionar el segundo texto de la actividad he querido seguir la línea que mantienen los hermanos Grimm y que mejor, que escoger un texto de un fiel seguidor de estos como es Hans Christian Andersen. He querido trabajar un texto que es un clásico de este autor y que todos conocemos, mi elección ha sido “El patito feo”.
Quiero recalcar que a la hora de buscar este cuento de Andersen me he encontrado con numerosas diferencias con respecto al cuento que me habían contado de pequeño.
En el cuento que me había contado a mí cuando era un niño la madre del patito feo en el momento de su nacimiento estaba junto a otras mamás pato, las cuales estaban empollando y cuidando de sus polluelos recién nacidos. Mi narradora de cuentos favorita (mi madre) a la hora de contarme este cuento dejó volar su imaginación e incluyó incluso una pelea en la que se enfrentaron el patito feo y una garza ya que ambos se disputaban el amor de una bella patita que andaba siempre por la charca donde vivían, ahora que he podido leer la versión original buscándola por internet y no he podido evitar reírme recordando aquellos momentos en los que mi madre se metía en el papel contándome este cuento.
A raíz de esta explicación lo que intento mostrar es cómo la narrativa folclórica se ve alterada en función del narrador que cuente la historia.
A continuación os dejo el texto de “El patito feo” de Hans Christian Andersen, también he de aclarar que a mi desde luego me parece más entretenido el que me contaba mi madre y no lo digo porque sea mi madre…


Resultado de imagen de el patito feo



“¡Qué bien se estaba en el campo los días de verano! ¡Qué bonito era ver el trigo amarillo, la avena verde y el heno amontonado en los verdes prados! La cigüeña, sobre sus largas patas rojas, andaba por allí charlando en egipcio, idioma que había aprendido de su madre. Circundaban los prados grandes bosques y, en medio de ellos, había profundos lagos. Definitivamente, ¡el campo era maravilloso!
A pleno sol, se alzaba allí una vieja casa señorial rodeada por profundos canales; desde lo alto del muro hasta el agua crecían grandes plantas de enormes hojas, tan altas que un niño pequeño podría meterse debajo de ellas de pie. Aquel lugar era tan salvaje y agreste como el más espeso de los bosques, y allí había construido una pata su nido. Estaba empollando sus polluelos, pero ya empezaba a perder la paciencia, pues apenas recibía visitas después de tanto tiempo como llevaba. Los demás patos preferían nadar en los canales antes que pararse a charlar con ella.
Por fin, uno tras otro, fueron rompiéndose los huevos.
¡Pío, pío! -decían los patitos a medida que asomaban sus cabezas por el cascarón.
-¡Cuac, cuac! -dijo la mamá pata, y entonces todos los patitos salieron correteando lo mejor que sabían, y miraban por todas partes bajo las verdes hojas; la madre los dejó mirar cuanto quisieron, porque el verde sienta bien a los ojos.
-¡Qué grande es el mundo! -dijeron los pequeños. Naturalmente tenían ahora muchísimo más espacio del que habían tenido dentro del huevo.
-¿Creéis, acaso, que esto es todo el mundo? -dijo su madre-. Pues debeis de saber que se extiende más allá del jardín, hasta el campo del pastor; pero yo nunca he ido tan lejos. ¡Bueno, ya estáis todos! -añadió levantándose del nido. ¡No, no los tengo todos! Ahí está todavía el huevo más grande. ¿Cuánto tiempo va a tardar? ¡Ya me estoy cansando!
Y se sentó de nuevo a empollar.
-Bueno, ¿cómo anda todo? -dijo una vieja pata, que venía de visita.
-¡Falta un huevo, pero ya va tardando mucho -dijo la pata que empollaba-. No se rompe por nada, pero fíjate en los otros. Son los patitos más preciosos que he visto. Todos se parecen a su padre, el muy bribón, que ni siquiera ha venido a verme.
-Déjame ver el huevo que no se rompe -dijo la pata vieja-. ¡Te apuesto a que es huevo de pava! A mí también me engatusaron una vez y las pasé canutas con los polluelos. Tenían miedo al agua, ¡no te digo más! De ninguna manera podía hacerlos entrar en el agua; yo graznaba y los agarraba, pero de nada servía. Déjame que vea el huevo. ¡Vaya, claro que es un huevo de pava! Déjalo ahí y enseña a nadar a los otros.
-Voy a seguir empollándolo un rato -dijo la pata-. He estado tanto tiempo que bien puedo seguir un poco más.
-Allá tú -dijo la vieja pata, y se marchó contoneándose.
Al fin se rompió el enorme huevo. «¡Pío, pío!», dijo el polluelo y salió rodando. Era grande y muy feo, y la pata exclamó:
-¡Es un patito terriblemente grande! -dijo-. No se parece a ninguno de los otros. Pero no será jamás un pavito. Para saberlo..., ¡al agua con él! Yo misma lo empujaré si es necesario.
El día siguiente fue espléndido; el sol lucía en las verdes hojas gigantescas. La mamá pata, con toda su familia, se acercó al foso y... ¡Plum!, saltó al agua: «¡Cuac, cuac!», dijo, y todos los patitos saltaron al agua uno tras otro; el agua les cubrió la cabeza, pero al instante volvieron a aparecer, flotando de maravilla. Las patas se movían por sí mismas sin ninguna dificultad y todos, incluso el patito gordo y gris, salieron nadando.
-¡No, no es un pavo! -dijo la pata-. No hay más que ver con qué agilidad mueve las piernas, y lo derecho que se mantiene. ¡No hay duda de que es uno de mis pequeños! Y, después de todo, si se le mira con atención, vemos que es bastante guapo. ¡Cuac, cuac! ¡Venid conmigo, que os enseñe el mundo y os presente en el corral de los patos, pero estad siempre junto a mí, para que nadie os pise; y tened mucho cuidado con el gato!
Y así entraron en el corral de los patos. Se había organizado un tremendo escándalo en él, porque dos familias se disputaban la cabeza de una anguila, que al final terminó en el estómago del gato.
-¡Ya veis, así anda el mundo! -dijo la madre de los patitos, relamiéndose el pico, porque también a ella le hubiera gustado llevarse la cabeza de la anguila-. ¡Para qué tenéis las piernas! -dijo-. Venga, vamos, y haced una reverencia al pasar ante la anciana pata, la más distinguida de todos nosotros. Tiene sangre española, y por eso es tan rolliza. ¡Y mirad: lleva una cinta roja en la pata! Es la distinción más grande que puede mostrar un pato; significa que nadie piensa en quitarla de en medio y será siempre respetada por todos, los animales y los hombres. ¡Bien derechos, no dobléis las piernas! Un patito bien educado separa bien los pies, como hacen papá y mamá. ¡Mirad: así! Haced una reverencia y decid: i Cuac!
Y así lo hicieron; pero los patos que había por allí los miraron con desdén y dijeron en voz alta:
-¡Vaya! Ahora tendremos también que aguantar a esta gentuza. ¡Como si no fuésemos ya suficientes! ¡Qué horror, qué pinta tiene ese patito! ¡A ése no lo soportamos! Y al momento se le echó encima un pato y le picoteó en el cuello.
-¡Déjalo tranquilo! -dijo la madre-. ¡No ha hecho daño a nadie!
-Sí, pero es demasiado grande y raro -dijo el pato que le había picado-, y habrá que destriparlo.
-¡Vaya preciosidad de criaturas que tiene la mamá pata! -dijo la anciana con la cinta en la pierna-. Todos son preciosos excepto ése, que ha salido algo raro. Me gustaría que lo hiciese de nuevo.
-No puede ser, señora -dijo la madre de los patitos-. No tiene buena presencia, pero tiene un carácter muy cariñoso, y nada tan bien como los otros, y me atrevería a decir que incluso mejor. Espero que cuando crezca mejore su aspecto y, con el tiempo, no se vea tan grande. ¡Ha permanecido demasiado tiempo en el cascarón, por lo que no ha sacado la proporción debida! Y entonces le acarició el cuello con el pico y le alisó el plumón. Además, es un pato macho -agregó-; así que no importa tanto que sea un poco feo. Espero que se haga muy fuerte, para que tenga éxito en la vida.
-Los otros patitos son encantadores -dijo la vieja-. Quiero que os sintáis como en vuestra propia casa y, si encontráis una cabeza de anguila, podéis traérmela.
Con estas palabras de la vieja pata, se consideraron como si fueran de la familia.
Pero el pobre patito que había salido el último del huevo y que era tan feo, recibió picotazos, empujones y burlas, tanto por parte de los patos como de las gallinas.
-¡Es demasiado grande y feo! -decían todos, y el pavo que había nacido con espuelas, por lo que se creía un emperador, se infló como un barco a toda vela, se fue derecho hacia él y comenzó a hacer glu-glu hasta que se puso rojo como un tomate. El pobre patito no se atrevía ni a moverse; estaba muy triste de ser tan feo y de ser la burla de todo el corral.
Así pasó el primer día. Después las cosas fueron empeorando. El patito sufrió la persecución de todos, incluso sus hermanos se portaron muy mal con él y no paraban de decirle:
-¡A ver si te agarra el gato, espantajo!
Y su madre decía:
-¡Qué lástima que no se pierda por el campo!
Y los patos le picaban, las gallinas le picoteaban y la muchacha que traía de comer a los animales, un día incluso le dio un puntapié.
Harto de todo el patito huyó del corral. Saltó revoloteando sobre el seto, y los pajarillos que estaban en los arbustos salieron volando espantados:
-¡Es que soy tan feo! -pensó el patito, y cerró los ojos, pero sin dejar de correr. De esta forma llegó al gran pantano, donde viven los patos salvajes. Allí pasó toda la noche, abrumado de cansancio y pesadumbre.
Por la mañana alzaron el vuelo los patos silvestres y observaron al nuevo compañero:
-¿Quién eres tú? -preguntaron, y el patito hizo reverencias a todos lados y saludó lo mejor que sabía.
-¡Qué feo eres! -dijeron los patos salvajes-. Pero a nosotros nos trae sin cuidado, con tal que no pretendas casarte con alguna de nuestras hermanas.
¡Pobre patito! Él no tenía la más mínima intención de contraer matrimonio, a lo más que aspiraba era a que le permitiesen reclinarse en los juncos y beber un poco de agua del pantano.
Allí pasó dos días enteros, hasta que llegó una pareja de gansos silvestres. No hacía mucho que habían salido del cascarón, por lo que eran muy impulsivos.
-¡Oye, compañero! -dijeron-. Eres tan feo que nos caes bien. ¿Te vienes con nosotros a otras tierras? Aquí, en el pantano de al lado, viven unas preciosas gansas silvestres, todas solteras, que saben graznar espléndidamente. Es la ocasión para conseguir tu felicidad, por feo que seas.
-¡Bang, bang! -retumbó de pronto por encima de ellos, y los dos gansos silvestres cayeron muertos en los juncos, tiñendo el agua con su sangre. Volvieron a retumbar en el aire nuevos disparos y bandadas de gansos salvajes se elevaron de los juncos. Era una cacería en toda regla; los cazadores rodeaban el pantano, incluso algunos se sentaban en las ramas de los árboles extendidas sobre los juncos. El humo azul se elevaba por entre los oscuros árboles y se mantenía suspendido sobre el agua, como nubes.
Por el lodo del pantano llegaron chapoteando los perros de caza. Juncos y cañas se movían en todos los sentidos; fue espantoso para el pobre patito, que inclinó la cabeza para meterla bajo el ala; pero, en ese preciso instante apareció junto a él un perro enorme y espantoso, con la lengua colgándole de la boca y los ojos terriblemente brillantes; acercó su hocico al patito, mostró sus agudos dientes y... ¡clac!, se marchó otra vez sin tocarlo.
-¡Uf, menos mal! -suspiró el patito-. ¡Soy tan feo que ni siquiera el perro tiene ganas de comerme!
Y se estuvo muy quieto, mientras los perdigones silbaban entre los juncos y, uno tras otro, los disparos atronaban el aire.
Hasta bien entrado el día no volvió a quedar todo en calma, pero el pobre polluelo no se atrevió a levantarse; esperó varias horas aún antes de salir del pantano con toda la rapidez que pudo. Corrió por campos y prados; pero hacía mucho viento, lo que le hacía más difícil la carrera.
Hacia el anochecer llegó a una pobre casita de labradores; era tan miserable que ni siquiera sabía de qué lado caerse, por lo que se mantenía en pie. El viento silbaba tan ferozmente en torno al patito, que éste tuvo que sentarse sobre la cola para no ser arrastrado por el huracán, que soplaba cada vez con mayor fuerza. Entonces vio que la puerta se había desprendido de una bisagra y colgaba tan torcida, que a través de la abertura podía colarse en la cocina, y así lo hizo.
Vivía allí una anciana con su gato y su gallina; el gato, al que llamaba Hijito, sabía encorvar la espalda y ronronear, y hasta echaba chispas, si se le acariciaba a contrapelo; la gallina tenía unas patas muy pequeñas y cortas, por lo que la llamaban Gallinita Patas Cortas; ponía buenos huevos y la vieja la quería como si fuera hija suya.
Por la mañana descubrieron sin tardanza al extraño patito y el gato comenzó a ronronear y la gallina a cloquear.
-¿Qué pasa? -exclamó la mujer mirando a su alrededor, pero su vista no era buena, y así creyó que el patito era una pata gorda que se había extraviado.
-¡Qué agradable sorpresa! -dijo-. ¡Ahora podré tener huevos de pata, con tal de que no sea macho! Vamos a verlo.
Y el patito fue admitido a prueba durante tres semanas, pero no hubo huevo alguno. Y el gato era el señor de la casa y la gallina era la señora, y solían decir:
-Nosotros y el mundo -porque creían que ellos eran la mitad y la mejor parte.
El patito pensaba de otra manera, pero la gallina no le permitió expresar su opinión.
-¿Sabes poner huevos? -le preguntó la gallina.
-¡No!
-Entonces será mejor que no abras la boca.
Y el gato dijo:
-¿Sabes encorvar el lomo, ronronear y echar chispas?
-¡No!
Entonces no tienes que opinar cuando habla la gente sensata.
Y el patito se sentó en un rincón, muy desanimado; entonces pensó en el aire fresco y en la luz del sol; le acometió un extraño antojo de flotar en el agua, hasta que al fin no pudo más y se lo contó a la gallina.
-¿Qué es lo que te pasa? -preguntó ella-. No tienes nada que hacer, por eso te vienen esos caprichos. Pon huevos o ronronea, verás cómo se te quitan esas ideas.
-Pero es muy agradable nadar -dijo el patito-. ¡Es tan delicioso meter la cabeza y bucear hasta el fondo!
-Pues sí que debe ser divertido -dijo la gallina-. ¡Vaya loco que estás hecho! Pregúntale al gato, que es el ser más listo que conozco, si le gusta flotar en el agua o bucear. Pregúntale a nuestra ama, la vieja, que no hay nadie en el mundo más listo que ella. ¿Crees tú que se le ocurre flotar en el agua y meter la cabeza?
-¡No me comprendes! -dijo el patito.
-Claro que no te comprendo, ni sé quién te podrá entender; no pretenderás nunca ser más listo que el gato y que la señora, por no hablar de mí misma. ¡No seas tonto, muchacho!, y da gracias por todas las cosas buenas que has conseguido hasta ahora. ¿No te encuentras en un hogar cálido y confortable y tienes buenos compañeros de los que algo podrás aprender? Pero veo que eres un tonto y no resulta divertido que permanezcas aquí. Puedes creerme que lo hago por tu bien; te digo cosas desagradables, pero sólo los verdaderos amigos dicen las verdades, porque te quieren. Lo que has de hacer es poner huevos y aprender a ronronear y a echar chispas.
-Creo que me iré al ancho mundo -dijo el patito.
-Pues vete -dijo la gallina.
Y el patito se marchó; se zambulló en el agua, buceó, pero los demás animales no le hacían caso por lo feo que era.
Pronto llegó el otoño; en el bosque, las hojas se volvieron amarillas y rojas, el viento las arrancó, y ellas danzaron en remolinos bajo el cielo frío; flotaban las nubes cargadas de granizo y de nieve, y sobre la cerca se posaba el cuervo y chillaba: «¡Au, au!», del frío que tenía. Sí, uno se quedaba helado si pensaba en ello; el pobre patito lo pasaba muy mal.
Una tarde cuando el sol se ponía plácidamente, salió de entre los arbustos toda una banda de hermosas y grandes aves. El patito nunca había visto ninguna tan hermosa, de un blanco resplandeciente, con largos y flexibles cuellos. Eran cisnes, que, lanzando un grito fantástico, extendieron sus espléndidas y largas alas y escaparon volando de las tierras frías a los países cálidos, hacia el mar libre; se elevaron muy altos, muy altos y el patito feo se sintió extrañamente inquieto. Giró en el agua como una rueda, levantó el cuello en dirección a ellos y lanzó un grito tan agudo y extraño que hasta él mismo se asustó. ¡Ah, jamás podría olvidar a aquellos maravillosos y felices pájaros! En cuanto los perdió de vista, buceó hasta el fondo y, cuando volvió a salir a la superficie, estaba como fuera de sí. No sabía cómo se llamaban los pájaros, ni hacia dónde volaban, pero les tenía un afecto tal como no había sentido antes por nadie. No les envidiaba, porque no podía permitirse desear para sí semejante esplendor. Se hubiera dado por satisfecho con que los patos lo hubieran admitido con ellos. ¡Pobre animal, feo y estrafalario!
Y llegó el invierno, extremadamente frío; el patito se veía obligado a nadar para impedir que el agua se volviese hielo; pero cada noche el hueco en que nadaba se iba haciendo más y más pequeño; terminó por helarse, por lo que se oía crujir la capa de hielo; el patito tenía que mover constantemente las piernas para que el agua no se congelase; al final estaba tan fatigado que se tendió completamente inmóvil sobre el hielo, esperando su final.
A la mañana siguiente, muy temprano, pasó un campesino, que lo vio y, rompiendo el hielo con su zueco, lo recogió y se lo llevó a su mujer. Entre los dos lo reanimaron.
Los niños querían jugar con él, pero el patito feo creyó que le iban a hacer daño y se metió, espantado, justo en el cántaro de leche, con lo que la leche se vertió por la cocina. La mujer comenzó a gritar alzando los brazos al cielo y, entonces voló a la artesa, donde estaba la mantequilla y después al barril de la harina; cuando salió de él ¡qué aspecto tenía! La mujer chillaba y lo perseguía con las tenazas de la lumbre, y los niños se empujaban unos a otros para atrapar al patito, riendo y gritando. Fue una suerte que la puerta estuviese abierta; escapó por entre los arbustos a la nieve recién caída, y se tendió en ella como atontado.

Pero resultaría demasiado penoso enumerar todos los apuros y desdichas que tuvo que sufrir durante el duro invierno... Permanecía entre los juncos del pantano cuando el sol volvió a calentar de nuevo; las alondras cantaban; había llegado la primavera.
Entonces agitó de golpe sus alas, resonaron éstas más fuertes que de costumbre y lo elevaron vigorosamente. Casi sin darse cuenta se encontró en un vasto jardín, donde los manzanos estaban en flor y las lilas exhalaban su aroma y colgaban de las largas y verdes ramas sobre un sinuoso arroyo. ¡Qué delicioso era disfrutar de este sitio lleno de la fragancia de la primavera! De pronto, justo enfrente de donde él se encontraba, salieron de la espesura tres magníficos cisnes blancos, con el plumaje inflado, y se deslizaron suavemente sobre el agua. El patito reconoció los espléndidos animales y se sintió sobrecogido por una extraña melacolía.
-¡Volaré hacia esas regias aves! Sé que me matarán a picotazos, por atreverme, tan feo como soy, a acercarme a ellos. Pero ¡qué importa! ¡Prefiero que ellos me maten a que me picoteen los patos, me piquen las gallinas, me desprecie la moza que cuida del corral y tenga que sufrir los rigores del invierno!
Y así, voló hasta el agua y nadó en dirección a los espléndidos cisnes. Éstos le vieron y se lanzaron hacia él con las plumas erizadas.
-¡Matadme, matadme si queréis! -dijo el pobre animal, e inclinó la cabeza sobre el agua a esperar la muerte. Pero ¿qué es lo que vio en el agua transparente? Vio bajo él su propia imagen, pero ya no era un torpe pájaro gris oscuro, feo y repugnante: era un cisne.
¡Poco importa haber nacido en un corral de patos, cuando se ha salido de un huevo de cisne!
Se sentía compensado de sobra por todas las penalidades y contratiempos que había sufrido; pensaba sólo en su felicidad, en toda la belleza y alegría que le esperaba.
Y los grandes cisnes nadaban en torno suyo y lo acariciaban con el pico.
Habían entrado en el jardín unos niños que echaron pan y trigo al agua, y el más pequeño gritó:
-¡Hay un cisne nuevo! -y los otros niños exclamaron con gritos de júbilo:
-¡Sí, ha venido uno nuevo!
Y batieron palmas y bailaron alrededor. Fueron después corriendo a buscar a sus padres, y echaron pan y galletas al agua y todos dijeron:
-¡El nuevo es el más hermoso! ¡Tan joven y tan esbelto!
Y los cisnes mayores se inclinaron ante él.
Entonces sintió mucha vergüenza y hundió la cabeza bajo las alas, no sabía por qué; era inmensamente feliz, pero no sentía ni pizca de orgullo, porque un buen corazón nunca se vuelve orgulloso; pensó de qué manera había sido perseguido y escarnecido y ahora oía a todos decir que era la más espléndida de las aves, la más hermosa. Y las lilas inclinaban sus ramas ante él hasta tocar el agua, y el sol brillaba cálido y amable. Entonces ahuecó sus plumas, irguió su esbelto cuello y se llenó de gozo su corazón.
-No soñé jamás que una felicidad semejante fuera posible cuando sólo era un patito feo.”

En este texto folclórico el protagonista, que en realidad es un cisne, se siente diferente al resto de animales que le rodean, rápidamente este consigue observar que las características que él posee y que le hacen diferente no significan que le hagan ser peor que los demás animales. Es en el momento en que él se acepta a sí mismo cuando todos lo que le rodean comienzan a aceptarle.
La aceptación de uno mismo es sinónimo de quererse y valorarse, esto está estrechamente ligado a la autoestima de cada uno. Esto se forja de manera continua a través de la confianza que cada uno tenemos sobre nuestra persona y de la auto aceptación.
A lo largo de la etapa de Educación Primaria, los alumnos atraviesan numerosos momentos en los que estos se sienten inseguros, es se debe a los cambios tanto interiores como exteriores por los cuales pasan.
El patito feo, es rechazado por sus hermanos e incluso su madre (los miembros de la familia que todos pensamos que son quienes más deben quererle y protegerle también le fallan en este sentido). Este es víctima de una situación injusta que él no ha elegido, ya que no ha dependido de él nacer en un grupo y lugar que no es el adecuado, sufre constantes burlas y vejaciones por parte de los animales que le rodean. Como resultado del afán de este para encontrar un lugar seguro donde poder vivir sin estar sometido a constantes burlas harán que el patito feo supere las adversidades por las cuales tiene que atravesar. Finalmente cuando descubre quién es y se acepta tal y como es sin importarle lo que piensan los demás es cuando los demás le aceptan.
Este cuento lo trabajaría en un aula de alumnos de 4º curso de Educación Primaria ya que pienso que si se narrara en cursos inferiores, a estos les sería complicado poder entenderlo y recapacitar acerca de su mensaje. Tras la narración del mismo les propondría a los alumnos una serie de cuestiones, estas son las siguientes:
·   ¿Qué sentimientos os transmite el cuento del “Patito feo”, alegría, felicidad? ¿Me podéis decir porque os transmite eso?
·    ¿Pensáis que está bien que sus propios hermanos le rechazaran por ser diferente?
·    ¿Si los hermanos y su madre le hubieran aceptado, pensáis que los demás animales al final también lo habrían hecho?
·   ¿Pensáis que alomejor si los demás animales se hubieran parado a conocer más a fondo como es el patito feo interiormente le habrían acabado aceptando?
·    Si el patito feo no se hubiera ido, ¿Cómo pensáis que habría terminado la historia?
·    ¿Podríais narrarme un final alternativo?

En este texto podemos observar una enseñanza, es la de aceptar a todas las personas sin tener en cuenta ninguna condición, todos somos iguales y pese a las peculiaridades que podemos tener cada persona, no podemos dejarnos llevar por el “envoltorio”. Quiero puntualizar que yo en ningún momento intentaría transmitir a los niños dicha enseñanza, yo emplearía el texto como elemento para entretener y divertir al alumnado pero nunca como medio para “moralizar” ya que no es el fin de los textos folclóricos. Concretamente ese es uno de mis objetivos a través de las cuestiones que les propondría, el buscar una reflexión autónoma por parte del alumnado con el objetivo de que estos sean capaces de llegar a sus propias conclusiones.
A la hora de analizar el vocabulario empleado en ambos textos, he de recalcar que pocas adaptaciones serían necesarias a la hora de narrar los textos ya que tanto en 4º de Primaria como en 5º de Primaria el alumnado empieza ya a poseer un léxico más variado que por ejemplo en cursos inferiores.

Como última elección he decidido salir de los cuentos más “tradicionales” y decantarme por una de las leyendas que componen el amplio folclore español. La opción de escoger una leyenda propia de un recopilador de mi país ha sido a raíz de una conversación que mantuve con mis primos que están en edades que comprenden la etapa de educación primaria. Les pregunté que me dijeran que cuentos conocían ellos y de entre los que me enumeraron me di cuenta que no había ninguno que fuera de un recopilador español. Este detalle me hizo reflexionar sobre la idea de que alomejor en algunos centros escolares se trabaja mucho los textos folclóricos pero sin salir de las obras más clásicas que suelen ser de recopiladores extranjeros. Con esta reflexión no pretendo menospreciar el trabajo que muchos docentes desempeñan en sus aulas, lo único que quiero es que por un momento nos paremos a pensar si realmente hace falta salir de nuestras fronteras para encontrar textos folclóricos de calidad porque sinceramente pienso que no. Por suerte podemos presumir de tener grandes recopiladores que sean dedicado su carrera a escribir obras para los más pequeños como es el claro ejemplo de Saturnino Calleja.
Este ha sido el texto que más me ha costado elegir ya que buscaba que estuviera orientado a aquellos alumnos que componen el tercer ciclo de primaria para que así ellos aparte de divertirse a través de escuchar la leyenda también pudieran relacionar elementos de esta con elementos de otras áreas de conocimiento que han trabajado.
Finalmente me he decidido por una leyenda que se llama “La trama de la vida” de Saturnino Calleja, esta forma parte de un libro escrito por este recopilador que se llama “Leyendas de Oriente”.
Así que sin más dilaciones les dejo con esta maravilla leyenda, espero que todos los que la lean disfruten y reflexionen de la misma manera que lo he hecho yo al escucharla por primera vez.



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“El visir Alí-ben-Hassán, primer ministro de Amgiad, el gran califa, se paseaba un día por los alrededores de Bagdad. Desde la mañana no había tenido más que disgustos. Había dormido mal. Luego, su hijo primogénito, Nuredín, que salió de casa la noche anterior, había vuelto ya bien claro el sol, vergonzosamente borracho, revelando a las claras que se trataba con los jóvenes calaveras de Bagdad y que infringía la sabia ley del Profeta, que prohibe el uso del vino y de los licores. Por otra parte, la criada que tenía el cargo de acompañar a su hija al baño, le había comunicado al regresar que, por quinta vez, en el espacio de otros tantos días, un joven de aire satisfecho se había atravesado en su camino como por casualidad, y que Armina, al pasar, con el pretexto de arreglarse el velo, se lo había desarreglado, de manera que permitió al apuesto desconocido ver su radiante rostro, hecho que en toda doncella mahometana constituye un grave olvido de las reglas de la buena conducta.
Muy malhumorado ya por estas desazones, Alí había ido al Consejo, y al presentarse ante el califa Amgiad éste le había recibido fríamente. Hacía poco tiempo que una sedición revolvía a una provincia próxima. Alí la había reprimido con gran energía, sin considerar el asunto digno de ser expuesto a su glorioso señor y amo pero los enemigos del ministro no habían sido igualmente reservados y el califa reprochó con gran vehemencia a su ministro, primero, el haber dado lugar a que surgiese una sedición en su reino; segundo, el haberle ocultado el hecho, y tercero, el haberla reprimido por la fuerza y no por la persuasión, que es ciertamente preferible, aunque desgraciadamente no siempre es eficaz. Por esta causa, Alí había salido del Consejo muy molesto por la impresión, siempre dolorosa para un estadista, de que su crédito había mermado considerablemente.
Llegado apenas a su casa, su esposa había reñido con él, acusándole de tacañería en la cantidad que le destinaba para vestirse y declarándole que la esposa del gobernador de palacio se vestía mejor que ella, que en realidad no tenía nada que ponerse. Alí inclinó la cabeza ante la tormenta y mandó a sus criados que le sirviesen la comida, esperando hallar en los placeres de la mesa una compensación a sus disgustos públicos y privados; mas por desgraciada casualidad, el cocinero prescindió aquel día de todos los platos que le gustaban al visir.
Completamente desesperado, Alí salió de su casa, dejó la ciudad y se fue a pasear al campo.
Verdaderamente—murmuró Alí según iba andando— , hay días en que debiera uno poner fin a su existencia. ¿Para qué le sirve a uno la vida sino para rabiar?
Un sol abrasador quemaba el camino que seguía el visir, que no tardó en sentir un irresistible deseo de encontrar algún lugar umbroso. Después de mucho buscar, llegó a un sendero que, por lo estrecho y torcido, prometía frescura y paz, y se internó en él. Anduvo hasta una tapia ruinosa, cerca de la cual se alzaba una palmera. Alí lanzó un suspiro de satisfacción y se echó junto a la tapia, a la sombra de las anchas hojas del árbol. Seguramente no hubiera tardado en quedarse dormido, si no hubiese comenzado a molestarle un monótono zumbido. Miró el visir a un lado, y otro, y vió girar alrededor de su cabeza una mosca preciosa verde y oro. Como Alí deseaba la paz del sueño, la espantó dos o tres veces con la mano, pero, la obstinada mosca volvió una y otra vez a él, acabando por posársele descaradamente en la nariz.
Esto era ya demasiado. Alí se sentó bruscamente y dio un manotazo vigoroso a su enemiga sin alcanzarla. Pero la mosca, en su precipitada fuga, no vió que se iba derecha a la tela de una araña muy gorda tendida entre un ángulo de la tapia y el tronco de la palmera. El visir no pudo menos de sentirse satisfecho al pronto, diciendo para sus adentros:
—¡Ahora me dejarás dormir un rato, mosca mareona!
Y como siguiera observando lo que le ocurría a la mosca

verde-oro, vió salir de una grieta de la tapia una monstruosa araña que tenía tan grande el vientre como la yema de un dedo de hombre y unas patas largas, negras y velludas. Corrió la araña hacia su presa y se puso a tejer una red en torno de la mosca, que aleteaba en un vértigo de terror y de angustia. Hacía tan desesperados esfuerzos para librarse de sus ligaduras, que Alí se compadeció al fin, al ver la inútil lucha, y aun cuando estaba muy cansado, no quiso dejar perecer a su enemiga de un modo tan triste. Levantóse, pues, espantó a la araña y libró después a la mosca de su cautiverio.
—Ahora espero que me dejes en paz—le dijo abriendo los dedos y dejándola libre.
La mosca echó a volar y Alí la perdió en seguida de vista. Entonces volvió a tenderse a la sombra de la palmera, cerró los ojos y se quedó profundamente dormido. Una voz que pronunciaba su nombre le despertó, y al abrir los ojos vio ante él un personaje de deslumbradora belleza y proporciones gigantescas. De sus hombros salían dos alas tenues y transparentes. Alí comprendió que se hallaba en presencia de un genio.
—Visir—dijo la aparición—, me has prestado un verdadero servicio. Yo era la mosca que zumbaba ha poco alrededor de tu cabeza. Había tomado aquella forma con el fin de dejar un rato mi ordinaria grandeza y volar libremente en los rayos del sol. Un perverso encantador, enemigo mío, trató de aprovechar la ocasión y se convirtió en la araña aquella en cuya tela quedé preso y de la cual no hubiese escapado a no ser por tu auxilio. Porque has de saber que, aun, cuando se nos permite tomar la forma que se nos antoja, corremos al mismo tiempo el riesgo de caer en iguales lazos que los seres cuyo aspecto adoptamos, y si caemos, sólo puede librarnos de ellos el auxilio de los hombres. Así, me he salvado gracias a tu generosa intervención, y en pago de ello pídeme un favor, pues cualquiera que éste sea prometo concedértelo.
El visir permaneció silencioso un momento y al fin repuso:
—Hace una hora estaba yo pensando que no nos trae ninguna ventaja el vivir muchos años, porque diversos disgustos nos estropean muchos días de nuestra existencia y, por lo tanto, sería mucho mejor vivir menos tiempo, siempre que nuestra existencia se compusiera exclusivamente de días claros y felices. Pues, si está en tu poder hacerlo, suprime de mi vida futura todos los días de aflicción y déjame vivir sólo aquellos que haya de verme tranquilo y alegre. Si me complaces, pagarás con largueza el favor que te he hecho.
Al oír tales palabras el genio sonrió de un modo enigmático y dijo a Alí:
—¿Has meditado bien tu deseo?
—Sí—respondió Alí.
—¡Pues sea como quieres!
Instantáneamente el visir sintió que su fantástico interlocutor le cogía por mitad del cuerpo y le elevaba hasta una altura tal, que perdió el sentido; y cuando volvió en sí se encontró en la cama de su casa de Bagdad, con el cuerpo tan estirado y tan frío, que no podía hacer el más ligero movimiento. Tenía cerrados los ojos, mas a pesar de ello veía lo que pasaba en torno suyo y oía todo lo que hablaban en el aposento, que estaba lleno de gente. Hallábanse allí su esposa, sus hijos y sus criados, llorando todos y lamentando la pérdida de tan buen esposo, tan buen padre, tan buen amo y tan fiel y noble amigo.
Y pensó Alí:
—¿Es que estoy muerto?
—Sí —contestóle una voz.
El genio apareció a los pies de la cama, sin que fuera visible para nadie más que para Alí, cuyos pensamientos leía.
—¡Pérfido espíritu!—pensó el visir—. ¿Es éste el modo de cumplir tu promesa?
—No me acuses a mí—replicó el genio—; acusa solamente a tu propia torpeza. ¿Por qué me pediste lo que era imposible? Dos hadas tienen el cargo de hilar los destinos de los hombres. Al principio de todas las cosas, se puso ante una de dichas hadas un montón de lana blanca para que hilara con ella los días dichosos, y ante la otra un montón de lana negra para que con ella tejiera los días que habían de ser infaustos. Pero una noche, mientras las hadas dormían, llegó el diablo y se divirtió un rato revolviendo los dos montones de lana, Enredándola de tal modo, que cuando las hadas se despertaron les fue imposible separar la lana negra de la lana blanca. Desde entonces tienen que hilar los días con los colores mezclados, y por eso se componen de alegrías y tristezas. Recuerda los que has vivido, y di si hay alguno en que no hayas tenido alguna satisfacción, por pequeña que haya sido. Al pedirme que cortara de tu vida futura todos aquellos días en que hubieras de tener algún disgusto, me pediste, en realidad, que suprimiese todos, y ha llegado para ti el día de la liberación, que es el de la muerte. Siento mucho haber tenido que darte esta lección, pero tú lo has querido así.
—Desgraciadamente no puede servirme ya de nada, puesto que me he muerto—dijo Alí.
El genio se sonrió entonces y le dijo:
—Soy benévolo. Si quieres, será como si no me hubieses dicho nada; volveré a llevarte al lugar de donde te traje y no se cambiará nada en tu existencia. ¿Aceptas?
—No puedo desear cosa mejor—respondió el visir.
El genio tendió los brazos a Alí, ante cuya vista desapareció todo, y por segunda vez se quedó privado de sentido. Guando lo recobró estaba al pie de la tapia, a la sombra de la palmera donde se había quedado dormido antes. Levantóse, preguntándose a sí mismo si le había ocurrido realmente aquello o si había sido sencillamente un sueño, y se encaminó a su casa, pensativo.
Y llegando a ella, se enteró Alí de que su hijo Nuredín se había puesto malo, a consecuencia de los excesos de la noche anterior, que había jurado no volver a beber más que agua... Supo también que el joven con quien se encontraba su hija dan frecuentemente al ir y volver del baño, era hijo de uno de los personajes más ricos e importantes de Bagdad, y que había pedido formalmente la mano de Armina. Además, recibió el visir una carta del califa Amgiad, su soberano, declarándole que, después de reflexionar, consideraba prudente y enérgica su conducta, y asegurándole que gozaba más que nunca de la estimación regia. Por fin, la esposa del visir había hecho una visita a' la esposa del gobernador de palacio, y había visto con sus propios ojos que el nuevo vestido de aquella dama era un verdadero mamarracho, por lo cual estaba ya de muy buen humor. Y hasta el cocinero había resuelto reparar la negligencia de la mañana, y sirvió a Alí una comida exquisita.
Así terminó, del modo más dichoso, un día que había comenzado tan adversamente, y el visir, al ir a acostarse, se confesó a sí mismo, sonriendo, que el genio, real o imaginario, le había dado una lección sabia, que nunca más olvidaría”.

Este texto lo enfocaría a alumnos del tercer ciclo de educación primaria, más en concreto lo trabajaría con alumnos del curso de 6º de Educación Primaria debido a la extensión de este que puede hacerse pesado para alumnos de cursos inferiores, a la hora de contárselo a mis alumnos no llevaría a cabo ninguna adaptación de vocabulario o expresiones con respecto a cómo yo lo he escuchado. Cierto es, que si lo contáramos en cursos inferiores este vocabulario debería simplificarse al igual que la extensión del texto.
Otra razón por la que creo que este curso sería el más adecuado es porque si no conseguimos que los alumnos vivan la leyenda y se “sumerjan” en su interior no seremos capaces de que la disfruten realmente, si se trabajara en alumnos de edades inferiores realmente no estaríamos sacándole todo el partido que este texto se merece.
Este texto además podría permitir que el alumno enlace por sí mismo elementos de la leyenda con otros previamente adquiridos en otras áreas de conocimiento como anteriormente mencioné. Ellos podrían llevarlo a cabo por ejemplo, situando mentalmente en el mapa donde se encuentra Bagdad y relacionándolo con el  país al que pertenece. También podrían relacionar la imagen del califa con aquella parte de la historia de España conocida como los Califatos y así repasar indirectamente de manera autónoma aquellos conocimientos adquiridos en el área de Historia.
De manera indirecta también podrían trabajar el área de Literatura explicando a los alumnos quién es el recopilador de esta leyenda, aparte de hablarles de su vida y recopilaciones más relevantes.
Las cuestiones que le haría al alumnado en relación a este texto serían las siguientes:
·         ¿Podríais definirme con una sola palabra que os ha parecido la leyenda?
·         ¿Si tuvierais que elegir, con que parte os quedaríais?
·         ¿Realmente pensáis que el genio llevaba razón acerca de la reflexión de la vida que expuso al califa?
·         ¿Pensáis qué realmente los problemas cotidianos que nos surgen nos impiden ver todas aquellas cosas bonitas que nos pasan a diario?
·         ¿Alguno conoce alguna leyenda que  al igual que esta, nos haga reflexionar sobre el valor de las pequeñas satisfacciones de nuestra vida diaria? Si no la conocéis, preguntad a alguno de vuestros familiares y contádsela a vuestros compañeros mañana.



Bibliografía:


Grimm, J and Grimm, W (1971). Hansel y Gretel. Recuperado de




Andersen, H.C. El patito feo. Rincón Castellano. (1991-2017). Recuperado de




Saturnino, C (1992). La trama de la vida. Recuperado de




Cerrillo, P.C and Sánchez Ortiz, C (2008). Estudios sobre literatura popular infantil. Recuperado de




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